Cinco directores recorren conflictos de la mano de Médicos Sin Fronteras.
Aquí y allá se oyen conflictos terribles. Guerras, hambre, violencia, enfermedades azotan a distintos pueblos del mundo. Los noticieros, los diarios, las radios, hablan de ello, hacen un recuento de víctimas, analizan las causas, publican alguna imagen.
Y todo nos llega. Repetido, lejano, abstracto....
Médicos Sin Fronteras es una ONG que trabaja hace muchos años intentando ayudar a distintas poblaciones con varios conflictos. Se financian más que nada de modo privado y convocan a distintos profesionales para colaborar en sus tareas.
Javier Bardem decide producir este documental , conformado por cinco cortometrajes dirigidos por reconocidos directores, para mostrar de cerca algunos de los terribles problemas con los que esta ONG trabaja, pero que suelen quedar ocultos.
Invisibles por callados, o invisibles por demasiada exposición sin profundidad, cada conflicto retratado está latente, con una necesidad urgente de ser resuelto, y con pocas esperanzas. Mostrarlos, invitar a meterse, a hablar con los protagonistas, a viajar al lugar de los hechos, es otra forma de intentar ayudar.
El primer segmento, “Cartas a Nora”, habla de la terrible enfermedad del Chagas a través de las cartas que Nora, desde España, recibe de su hermana en Bolivia. Lo trágico es que no estamos hablando ya de un agente natural, de un bichito, de una peste. Cuando el humano tiene la solución en sus manos y no la usa, entonces el problema nos involucra a todos. Y es que en este momento no hay ninguna investigación sobre este tema, que sin embargo afecta a entre 10 y 15 millones de personas. ¿Por qué? Pues tan sólo porque no es redituable. Dramas como el de Nora son harto comunes y nadie parece poder hacer nada. O quererlo, porque siempre está el poder de arreglar las cosas. Pero muchas veces quedan ocultas.
Como en el caso del segundo segmento, “Invisible crimes”, que retrata el acoso sexual que sufren las mujeres del Congo. Con total impunidad, los asaltos se realizan repetidamente, destrozando a miles de personas que luego intentan a duras penas seguir con sus vidas. Wenders retrata a sus entrevistadas como fantasmas, muertas en vida, casi invisibles, ante la pasividad de una multitud que parece no verlas. O no querer verlas.
Aún más ocultos parecen los niños de “Buenas noches, Ouma”, caminando varios kilómetros para dormir todos juntos en “El arca de Noè”, una especie de dormitorio comunitario de Uganda en donde pueden descansar con un poco menos de riesgo que en sus casas. Y es que en este lugar es muy común que los chicos sean secuestrados, llevados al bosque y convertidos a la fuerza en soldados. Desde los más grandes hasta los más pequeños temen a la noche. “Al menos de día podés verlos y correr por tu vida”, dice uno de los entrevistados. Cuando las luces se apagan, agitados, tapados con alguna manta, intentan conciliar el sueño. Incluso si lo hacen, no pueden escapar de los peligros que laten a su alrededor, o de los recuerdos sombríos que llevan a cuestas. Aquellos que fueron secuestrados aún pueden ver los ojos de sus víctimas, cuando sus secuestradores bajo el ultimátum de o vos o él los obligaban a disparar. Aquellos que aún se “salvan”, todavía escuchan los gritos de sus hermanos, sus amigos, sus padres, asesinados con total impunidad. Son los niños nacidos y criados en una guerra terrible son las inocentes víctimas de algo tanto más grande que ellos que la esperanza de la paz parece tan sólo un cuento de hadas
Fuerte, duro, pero necesario, este repaso por algunos, sólo algunos, de los conflictos que hoy en día tienen lugar alrededor del mundo, puede parecer un plan no demasiado alegre para un sábado a la tarde. Pero es bueno dejarse llevar a aquel mundo oscuro que no queremos ver, y descubrir las voces invisibles, que han gritado, que gritan, y que si nadie hace nada, van a continuar gritando por mucho tiempo más. Después de todo, un grito se emite para llegar a algún oído, y está en nosotros ponerlo o taparlo. Que aprovechen entonces esta joyita.
Martina Matz
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