martes, 11 de septiembre de 2012
Texto presentado en la Mesa redonda "¿Y el Arte dónde va?*•.¸¸.•*´¨`*•.¸
"Casa de Pre Alta -Centro comunitario de Salud Mental del Hospital Korn"
...el viernes 7 de octubre de 2012 alas 9:00 hs. en el salón Presidencia del Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha, La Plata, Buenos Aires, Argentina....
¿Qué lugar tiene el tallerista en el ámbito de la salud mental?
Pensar el lugar para crear o legitimar la figura del profesional tallerista en un ámbito de salud mental implica una posición responsable creativa y estudiosa ante el saber y el saber hacer (nos referimos a conceptos, procedimientos y fundamentos éticos) que se ponen en juego en los dispositivos /talleres....
En este caso al hablar de taller proponemos abarcar la danza, música, plástica, artesanía, comunicación visual y social, el teatro, el deporte, el juego, etc. Sin duda tienen sus diferencias pero todas escapan al ámbito estrictamente médico o psi, así como también del espectro de las actividades con fines explícitos de rehabilitación o de trabajo, cuestiones que nos llevarían a otros campos de análisis.
Los talleristas tenemos unos saberes particulares. No somos médicos, ni profesionales del mundo psi, ni trabajadores sociales. Podemos saber de esos campos pero nuestro rol es claramente el de producir un taller cuyas tareas explícitas sean del orden antes mencionado. Sin embargo también somos parte del sistema de salud mental y probablemente nos preguntemos qué lugar y qué sentido para nuestras competencias.
¿Cómo nos aloja la época?
Perspectiva del paradigma
Asistimos a un cambio en el modelo de atención de la salud mental. Las prácticas artísticas y culturales encuentran un lugar en el proceso de transformación porque abordan la inserción social de las personas con padecimiento subjetivo desde la valoración de sus capacidades y potenciales creativos. Son altamente inclusivas y pueden convertirse en vías para estrategias de tratamiento individual.
La dimensión cultural adquiere relevancia porque se la reconoce en su dialéctica con los procesos de salud/enfermedad. Por otro lado el término cultura no se referencia solamente con los niveles de instrucción sino que abarca el análisis de las complejas tramas que ponen en relación distintos órdenes tales como lo orgánico, lo simbólico y lo imaginario.
Perspectiva de la normativa
Los saberes particulares de los talleristas son compatibles con la Ley Nacional de Salud Mental sancionada en Noviembre de 2010. En su artículo 3 la Ley define a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socioeconómocos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona. Por otro lado en el Capítulo V “Modalidad de abordaje”, se indica la constitución interdisciplinaria de los equipos que estarán formados por profesionales, técnicos y otros trabajadores debidamente capacitados. El tallerista por sus competencias en relación a una disciplina artística, artesanal, comunicacional, lúdica, etc. sumadas a una capacitación que la Ley misma menciona (artículos 8 y 13) puede encontrar su lugar en el equipo de salud. Destacamos la concordancia entre la valorización de lo cultural en la definición de salud mental y el Art. 9° - El proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco de un abordaje interdisciplinario e intersectorial, basado en los principios de la atención primaria de la salud. Se orientará al reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales. Es en la cultura donde el lazo social se establece, se complica, se interrumpe o se inventa.
Perspectiva disciplinar
Lo que sigue son apuntes y consideraciones sobre el lugar del tallerista y sus competencias y se propone para analizar y debatir estas prácticas.
Un taller del tipo que nos ocupa debe proponerse como espacio vacío capaz de alojar al otro en sus diferencias pero también contar con recursos (e inventiva de recursos) para acercarle al sujeto allí donde no puede o no sabe. Esto significa estar en estado de formación constante, mantener la apuesta por las capacidades presentes y futuras de aquellos que vienen al dispositivo y trabajar en conjunto con otros profesionales. Entendemos la interdisciplina como lugar de producción de conocimiento donde se elaboran las estrategias de tratamiento e intervención y como espacios de reflexión sobre la propia práctica en sus posibilidades y limitaciones.
El uso del arte en una intervención de salud favorece la instauración del binomio público- privado en pos de un lazo social vivificante alejado de estigmatizaciones y perspectivas deficitarias.
En el registro del arte la infinidad de combinatorias permite al coordinador inaugurar un punto de partida, es decir permite imaginar un recorrido.
El trabajo del coordinador es articular los procedimientos artísticos y sus combinaciones con lo singular de cada caso; y, paralelamente, resguardar un espacio para el otro que ese coordinador se encargará de no ocupar, propiciando que el otro sujeto, movido por su interés, haga un uso particular del para todos de un taller de arte. Este doble movimiento permitirá la producción de un objeto que inaugura la posibilidad de un lazo social.
La apuesta por el sujeto va más allá de las determinaciones de su diagnostico, o de su presentaciones clínicas, de su nivel de instrucción, de sus elecciones estéticas o políticas. Su tarea no se centrará en evaluar conductas, diagnosticar habilidades, ni ideologizar a la persona. El tallerista no debe constituirse como modelo o como ideal a seguir. Aun cuando sea el alumno quien sanciona o reclama al docente como modelo para sí y o para otros la maniobra debiera ser devolver al sujeto otra cosa más que una identificación. La identificación está y no necesariamente es negativa o dañosa. Pero el coordinador tiene la opción de no quedar detenido en este llamado. Puede maniobrar en la situación, puede introducir otras variables, proponer corrimientos y la aparición de nuevos actores en la escena. Proponemos acá introducir un tercer elemento que necesariamente hay que traer “hacer presente” vía el lenguaje (verbal y no verbal): la historia social y técnica del arte y las obras del arte.
En arte no hay fórmulas sino múltiples combinatorias de procedimientos. Por otro lado la disposición para el pensamiento creativo se promueve si se permite lo divergente, lo alternativo. En esta didáctica el error o la distancia interpretativa son pasos o acontecimientos necesarios para el descubrimiento constructivo de cada uno.
El proceso creativo produce orden y conocimiento pero no por la vía de la instrucción o el disciplinamiento, busca asimilación en los términos de una apropiación cognitiva, motriz y emocional, algo más complejo pero más duradero que un acatamiento o reproducción conductual.
Las leyes del arte no se aplican sobre las personas sino sobre los objetos que hacen y comparten. El arte puede parar, puede pedir gancho. Nos cobija si lo necesitamos y no cierra la puerta de salida. El “error” es novedad, diferencia insólita sobre la materia. Se vuelve así ensayo o descubrimiento, jamás defecto o delito.
Conclusiones
El taller cultural como dispositivo en el marco de un abordaje interdisciplinario en salud mental es un concepto reciente y de escasa implementación sistemática en nuestra Provincia. Si bien hay experiencias variadas y muy rescatables queda camino por recorrer respecto a la inclusión de lo cultural en las políticas públicas de salud mental y respecto del rol del tallerista en los equipos de salud.
Los dispositivos de salud mental deberán materializar abordajes interdisciplinarios que aúnen aspectos socioeconómicos, clínicos, culturales y subjetivos de las personas en tratamiento. Esta dimensión de las estructuras de organización tendrá que vérselas en la práctica cotidiana del caso por caso con lo que no encaja,lo que irrumpe del otro por fuera del contrato social,el síntoma que insiste,el lazo que se rompe,lo extraño que se impone,lo que la sociedad no está preparada para alojar. El desafío se presenta al nivel de las estrategias de intervención en el nuevo panorama de inserción social, la comunidad.
Se puede dar un paso ético: desabrochar al otro del estigma del loco, enfermo, adicto, retrasado, carenciado, vulnerado y crear un vacío donde ocurran si se le ocurren otras identificaciones. La tarea propuesta es explorar procedimientos, actitudes y conceptos de una disciplina o actividad particular. Entonces lo que se haga en el marco del taller podrá circular socialmente por sus valores culturales intrínsecos. El paso ético se habrá vuelto estético....Orientar, Expandiendo Conciencias*•.¸¸.•*´¨`*•.¸
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