viernes, 19 de julio de 2013

Honro el “Día del Amigo” en las palabras de otro Amigo : Halil Bárcena✿ •.¸.•´✿

Nadie mas que Mawlânâ Rûmî para poetizar el Amor y la Amistad….nadie mas que Bárcena, para sentirlo e interpretarlo





“De la amistad y el Amigo, según Mawlâna Rûmî •.¸.•´



“….Manteneos juntos, amigos. No os disperséis ni os durmáis. Nuestra amistad vive de estar despiertos!!!”

Hay unos versos del persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273), maestro de derviches, sobre los que se suele pasar de puntillas. Dicen así:
"Yo soy el esclavo del Corán mientras viva;
yo soy el polvo del camino que pisa Muhammad, el escogido.
Y quien diga lo contrario de mí,
yo lo maldigo y maldigop también sus palabras"
Las palabras de Mawlânâ, la gran figura espiritual del sufismo oriental, el de raigambre persa, ese que va de Bosnia a Nueva Delhi, no albergan duda alguna acerca de cuáles son las principales fuentes de inspiración del maestro persa de Konya: el Corán, sus intuiciones espirituales fundamentales, y el ejemplo vivo de Muhammad, el profeta del islam, por quien sentía un amor como sólo un derviche de su rango podía expresar.



Un concepto capital, el de la amistad, recorre toda la filosfía mística de Mawlânâ, marcando de arriba a bajo, el carácter del posterior dervichismo mevleví, encarnado en su escuela de sabiduría, la llamada tarîqa mevleví de los derviches giróvagos. En efecto, la amistad, y todo lo que ésta comporta, está en el centro de la obra de Mawlânâ, en su pensamiento, pero también en el sentir y el hacer de los derviches que en él han hallado inspiración, desde el siglo XIII hasta nuestros días.
Dos son los términos, ambos de origen árabe, que Mawlânâ utilizará para expresar su particular idea de la amistad, a saber, suhba (sohbet en la pronunciación turca) ywilâya. Veamos, a continuación, el alcance espiritual de ambos vocablos y su relación con la experiencia muhammadiana. Subha, que podríamos traducir por amistad o compañerismo espiritual, es una palabra común en el ámbito del primer islam, configurado en torno a la figura profética de Muhammad. De hecho, al referirse a las personas más allegadas al profeta del islam jamás usa la tradición el término "díscipulo" sino más bien el de "compañero", algo que los sufíes harán suyo desde el primer momento. Para ellos, Muhammad no es un maestro, por consiguiente no pudo tener discípulos, sino compañeros (ashâb) o amigos íntimos (awliyâ)...




Para Mawlânâ, y por extensión para los derviches mevlevíes, la amistad y el compañerismo espiritual o suhba, herencia del modelo muhammadiano, entraña exigencia, compromiso y sabiduría, pero también simpatía y mucha complicidad. Eso explica que Mawlânâ, de hecho todo maestro sufí mevleví, enseñe sin el encotillamiento y los formalismos de una relación rutinaria y estandarizada. El maestro es, pues, antes que nada, un amigo, alguien en quien se puede confiar plenamente. Los compañeros de Muhammad, que la tradición islámica cuantifica en un total de trescientos, entre los cuales se hallan algunas de las figuras del primer sufismo, como el persa Salmân-é Fârsî (m. 656), lo conocían por el sobrenombre de al-Amîn, que significa leal, honrado, fidedigno, en definitiva, alguien digno de confianza.
Si recorremos con detenimiento y paciencia el vasto corpus de la sunna, compuesto por varias decenas de miles de dichos, aforismos sapienciales y hechos de Muhammad (ahâdîz), concluiremos que el profeta del islam podría ser descrito como alguien muy correcto, harto sociable y afable de carácter. Y es que dichos rasgos de su personalidad, propios de un amigo, son imprescindibles en alguien, como él, llamado a ser un líder tanto espiritual como social. Quien aspire a dejar huella en el mundo, quien esté destinado a guiar a sus contemporáneos con su ejemplo, ha de ser capaz de comunicarse bien y de poseer un poder natural de convicción, pero, al mismo tiempo, ha de ser alguien digno de confianza, lo cual exige integridad y buenas maneras. A eso es lo que los sufíes denominan adab o educación espiritual, algo en lo que los mevlevíes han destacado siempre sobremanera. Quien esto escribe no ha conocido jamás un mevleví que no brille por su buen carácter. Al-Amîn significa también secretario, esto es, alguien que es capaz de preservar los secretos de la senda espiritual.
Pero todo lo dicho ni se improvisa ni se aprende, porque no es una asignatura más de una formación convencional, sino que brota naturalmente del fondo del corazón de quien ha degustado el misterio de la existencia y reside en la genuina presencia del espíritu (hazrat). Quien vive en la conmoción (hayrat), conmueve al resto. Y ese es quien posee autoridad; una autoridad natural, que no se impone, sino que es el reconocimiento de que en él se transparenta el espíritu.
Todo ello no le pasó por alto a un fino obsevador como Mawlânâ, alguien, que como el propio Muhammad, era de carácter afable y un buen comunicador. Hasta donde alcanzamos a saber, el maestro persa de Konya fue una persona buena, pero no un bonachón. Y es que el maestro espiritual es como el sol, que en primavera reconforta pero en verano quema. La tradición sufí designa al sabio mediante el término walî, traducido a veces por santo. Sin embargo, la forma más correcta de trasladar dicho vocablo árabe sería el amigo próximo. La wilâya, característica del walî, es proximidad al Amigo, forma simbólica que los derviches utilizan para referirse a la divinidad. Y ¿qué mayor proximidad que la amistad?
“Todo es un viaje hacia el Amigo”, escribe Mawlânâ. Si Jesús habla de la divinidad como el Padre (Abba) y Muhammad utiliza el término árabe Rabb, que significa Señor, Rûmî dice lo mismo mediante la palabra persa Dust, que quiere decir Amigo. Dicho vocablo se emparenta con dast, esto es, mano. El Amigo es, pues, quien te tiende su mano para sacarte del lodazal emponzoñado de la ignorancia, fuente de todo mal. De hecho, todo cuanto existe es como un Amigo que te acoge. Rûmî llegará a decir que el Amigo es el alimento del derviche, su pan y su agua, hasta su copa de vino:
“El Amigo se convertirá en vuestro pan y vuestra agua de manantial,
en vuestro cordero y vuestro ayudante,
en vuestro postre favorito y en una copa de vino"
"Padre", "Señor" y "Amigo" no son sino expresiones simbólicas de carácter antropomórfico, para referirse a la dimensión absoluta de la realidad, lo que por naturaleza carece de forma, pues es todas las formas, la divinidad, o como quiera decírsele. Sea como fuere, se trata sólo de símbolos que no describen ninguna realidad. Por consiguiente, nada hay en ellas que deba ser creído. El Amigo de Mawlânâ, pues, no es nadie en quien creer, nadie al que pedir nada, nadie al que someterse, pues es vacío.
Las tres expresiones denotan intimidad, familiaridad y proximidad. También el Rabb, Señor, de Muhammad. Esto conviene remarcarlo muy bien, para que nadie se confunda y piense que se trata de un término que denota lejanía, temor y sumisión. Y es que el musulmán no es ningún sometido a nada, y mucho menos a Dios. Quien eso afirme es, fundamentalmente, un ignorante de la lengua árabe y, más en concreto de la lengua árabe coránica. La fórmula Rabbuka, traducida la mayoría de las veces como "Tu Señor", puede significar, igualmente, "Tu Padre" e incluso "Tu Abuelo". Como afirma el arabista Nasr Abu Hamid Abu Zayd, dicha expresión, acentuada por el posesivo "tu" establece una enorme proximidad y ternura, en particular si se piensa que Muhammad era un huérfano que había perdido a su padre y a su familia. Nada, pues, de sometimiento, sino de entrega confiada a quien es como un Padre que acoge a su hijo.
Pero, también el maestro de la senda espiritual es un amigo; hasta el compañero que camina junto a ti lo es. Todo es el Amigo, porque no existe nada más que Él. Y la amistad no es sino el camino interior, el viaje que conduce al reconocimiento del Amigo en todo cuanto existe. Quienes hollan la senda sufí de la amistad se saben amigos que comparten eso, la amistad, que es, en primer lugar, sinceridad y honestidad. El amigo de la senda sufí lo es porque es amigo del Amigo, alguien próximo a Él; el resto, no son sino obstáculos:
“El compañero del camino que no es amigo del Amigo,
es sólo causa de problemas. Haz lo que convenga,
pero no te asocies con el ignorante,
pues te dará una imagende ti falsa,
que enturbiará tu verdadero rostro”
Mawlânâ usa la expresión persa ham-dam para definir la particular relación de amistad espiritual que en la senda sufí se establece entre el maestro y el resto de derviches. Ham-dam significa "un mismo aliento". Y es que, en efrecto, maestro y estudiante devienen un mismo aliento, ambos lo respiran a Él, , al Amigo:
“Cuando uno está a la esencia del otro,
hablar es espirar la palabra Hû,
vacío de yo y repleto del amor de la unión.
Como dice el refrán: Del tarro repleto gotea su contenido”
No es casual, pues, que la expresión  (Él) se convirtiese en el dhikr favorito de los derviches mevlevíes, que repetían (y repiten) una y otra vez, día y noche, con cada respiración.  devino hasta su saludo distintivo.
Otro rasgo distintivo de Mawlânâ y los derviches mevlevíes es la suhba (sohbet en la pronunciación turca). Dicha palabra de origen árabe que, como ya hemos apuntado, significa amistad y compañerismo espiritual, designa a una muy particular forma de reunión derviche en la que más allá de lo que se haga adquiere valor por el hecho de reunirse en sí, sin más expectativas. Dice Mawlânâ:
“No hay mejor amor que el amor sin objeto,
no hay trabajo más satisfactorio que un trabajo sin propósito”
En ese sentido, no hay mejor encuentro derviche que el que no es sino puro encuentro porque sí, sin otro propósito más que el de la pura amistad pura. ¿Acaso los amantes cuando se encuentran no lo hacen porque sí? Así pues, el mejor sohbet no es sino el que celebra el hecho de estar juntos, sin otro propósito que el de compartir por compartir la presencia del espíritu. En eso el sohbet mevleví se asemeja al satsang de los yoguis, que se reúnen para compartir la sola presencia del gurú. Por consiguiente, el sohbet mevleví es siempre imprevisible. Y es que en presencia de un derviche mevleví nada es como uno se espera de antemano.
Algunos de los más bellos poemas de Mawlânâ contienen consejos para los amigos que compartieron su camino. Tal vez algunos de dichos versos nacieron en el contexto íntimo de algún sohbet. En cualquier caso, constituyen un valioso documento de cómo debió de ser el trato de Mawlânâ con los suyos, sus amigos y compañeros más íntimos. A estos les pide que no se dispersen ni se duerman, esto es, que no se desvíen de lo único que importa, el viaje de retorno al Amigo, y que guarden siempre una actitud de alerta, como el cazador que se mantiene al acecho en todo momento, puesto que no sabe ni cuándo, ni cómo, ni dónde saltará la pieza:
“Manteneos juntos, amigos.
No os disperséis ni os durmáis.
Nuestra amistad vive de estar despiertos”
Igualmente, les pide a los suyos educación espiritual, esto es, integridad, buenas maneras, sinceridad, corrección, honestidad, amorosidad, en una sola palabra, adab:
"Has de ser como te muestras y te has de mostrar tal como eres"
Por eso, ya lo hemos dicho, conmueve el derviche, por su autenticidad no impostada. Se muestra tal como es y es como se muestra. Y por eso mismo también hay tan pocos derviches, porque pocos son los que aceptan el reto de mostrar lo que se es y ser lo que se muestra. Por supuesto, todo lo aquí dicho nada tiene que ver ni con creer en nada, ni con convertirse en nada, ni con cumplir con nada, ni con sometimiento a nada, ni con sumisión a nadie. Para eso ya están las religiones y los religiosos de cada una de ellas. Lo aquí dicho tiene que ver con el amor y la senda de los enamorados (mellat-e eshq, en palabras de Mawlânâ); amor, esa palabra que tanto les incomoda a algunos. ¿Será, ¡ay! porque jamás se han enamorado?( http://instituto-sufi.blogspot.com.ar/)
Orientar, expandiendo Conciencias en este el Gran "DIA DEL AMIGO" •.¸.•´



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