¿Qué es el
«maltrato de los ancianos»?
Se lo puede definir como «un acto único o repetido que causa
daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para
evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza». Puede adoptar
diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, y el
abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser el resultado de
la negligencia, sea esta intencional o no.
En muchas partes del mundo el maltrato de los ancianos pasa casi
inadvertido. Hasta hace poco, este grave problema social se ocultaba a la vista
del público y se consideraba como un asunto esencialmente privado. Incluso hoy
en día, el maltrato de los ancianos sigue siendo un tema tabú, por lo común
subestimado y desatendido por sociedades de todo el mundo. Sin embargo, cada
día hay más indicios de que el maltrato de los ancianos es un importante
problema de salud pública y de la sociedad.El problema existe en los países en desarrollo y desarrollados y
por lo general no se notifica en grado suficiente en todo el mundo. Tan solo en
unos pocos países desarrollados hay tasas de prevalencia o estimaciones, que se
sitúan entre un 1% y un 10%. Aunque la magnitud del maltrato de los ancianos se
desconoce, su importancia social y moral salta a la vista. En tal virtud, exige
una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los
derechos de las personas de edad.Las formas de definir, detectar y resolver el maltrato de los
ancianos tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerarse junto con
los factores de riesgo que tienen una especificidad cultural. Desde los puntos de vista sanitario y social, si los sectores de
atención primaria de salud y servicios sociales no están bien dotados para
detectar y resolver el problema, el maltrato de los ancianos seguirá estando
semioculto.
DECLARACION DE TORONTO
LOS DERECHOS DE LOS ANCIANOS
INTRODUCCION
A comienzos del Año de la
familia, el Consejo pontificio para la familia organizó un Encuentro
internacional sobre los derechos de los ancianos y la familia, del 3 al 5 de
diciembre de 1993. El encuentro se celebró en Toronto, Canadá, ciudad que
muestra su solicitud por los ancianos mediante sus diversos y excelentes
proyectos e instituciones. Participaron hombres y mujeres de gran numero de
países, que tienen un interés especial por los ancianos.
Durante algunos días
compartieron sus experiencias de trabajo en favor de los ancianos a través de
las instituciones que representaban. Concentraron su atención en la eminente e
innata dignidad de los ancianos, en su sabiduría y en su experiencia de vida.
Pero también afrontaron los urgentes interrogantes y desafíos que plantea el
numero creciente de ancianos que viven en la mayoría de las sociedades
actuales. Los derechos de los ancianos no se respetan en todos los lugares y,
en algunas partes, su vida incluso corre peligro, porque se les considera un
peso para la sociedad a causa de los problemas que pueden crear y la asistencia
que requieren, así como su coste económico.
Durante el Año de la
familia, celebrado con tanto entusiasmo en la Iglesia, entre los muchos
aspectos positivos, hubo uno que destacó claramente, a saber: la profunda
reflexión sobre el esfuerzo de integración de la familia con respecto a sus
miembros, particularmente los más necesitados, que son los ancianos. Durante el
año se prestó atención también a los ancianos desde el punto de vista del
importante papel de la familia en la sociedad. Por tanto, espero que este texto
contribuya a poner más de relieve los derechos y la dignidad de los ancianos y
aliente a quienes buscan medios justos y creativos para prestarles asistencia,
no sólo dentro de la Iglesia católica sino también en otros sectores de la
sociedad moderna.
El Consejo pontificio para
la familia da las gracias por su generosa colaboración en este importante
proyecto a las siguientes personas e instituciones: monseñor Aloysius Matthew
Ambrozic, arzobispo de Toronto; Caritas Project, de Toronto; St. Peter’s
Seniors, de Woodbridge, Ontario; ICBA-Villa Colombo, de Toronto; P.I. Di Luca
& Associates, de Downsview, Ontario; y Catholic Truth Society, de Canadá.
Cardenal Alfonso LOPEZ TRUJILLO
Presidente del Consejo pontificio para la familia
DECLARACION
Nuestro principio guía es:
el anciano tiene una dignidad innata como
persona y es preciso respetarlo siempre en la familia y en la sociedad.
Durante nuestro encuentro,
a la luz de este principio, surgieron las siguientes observaciones y
recomendaciones.
1. La humanidad ha hecho grandes progresos en la lucha contra la enfermedad
y la mortalidad de niños y jóvenes. Esto significa que la gente tiene ahora una
expectativa de vida mucho más alta: un promedio de 72 años, o incluso más, en
los países desarrollados, y de 62 años en los menos desarrollados. La
expectativa de vida seguirá creciendo continuamente.
2. A pesar del proceso natural de envejecimiento, la
salud de los ancianos ha mejorado notablemente. Así, en muchos casos la gente
puede alcanzar una edad avanzada sin necesidad de mucha asistencia, aunque esto
varía según la zona, el estilo de vida, el nivel de higiene, etc.
De acuerdo con los
gerontólogos, es evidente que los ancianos pueden disfrutar de la vida y del
uso de sus facultades, incluso en una etapa avanzada de la ancianidad. En
efecto, sólo un porcentaje muy pequeño de ellos corren el riesgo, por ejemplo,
de padecer la así llamada demencia senil.
Todos los planes sociales y económicos deben tener en cuenta el número
creciente de ancianos, para promover su bienestar en la familia y en la
comunidad.
3. Los años que siguen a la edad madura están cada vez más abiertos a la
posibilidad de que los ancianos trabajen o, por lo menos, de que no se sientan
condenados a ser un peso para la familia y la sociedad. Este desarrollo ha de
ser cualificado cuidadosamente, porque todo anciano es hijo de Dios, rico en
experiencia y sabiduría, y las generaciones presentes le deben mucho. De ahí
que tengan derecho a que no se los explote como medios de producción o que no
se los considere un peso inútil.
Hay muchos y diversos tipos de trabajo y
colaboración en la familia, la Iglesia y la sociedad, que los ancianos pueden
realizar con generosidad y habilidad. Pueden enriquecer a la Iglesia con su
valioso compromiso en favor de la evangelización en parroquias, apostolados y
asociaciones, donde son capaces de transmitir sus energías espirituales, sus
experiencias y su testimonio.
Recomendamos que la contribución que pueden dar en el campo del trabajo
se fomente de modo sensible y positivo.
4. Con todas sus nuevas oportunidades, la
tercera edad no sólo puede llegar a ser un tiempo para el descanso, la
serenidad y la profundización de la sabiduría, que puede transmitirse a los
jóvenes, sino también un tiempo para la educación. En algunos países hay ahora universidades dedicadas específicamente
a los ancianos, que les brindan la posibilidad de estudiar en los provechosos
campos personal y social, y les ayudan a permanecer activos y a participar en
la sociedad.
Recomendamos
firmemente que los gobiernos y las instituciones creen centros de educación
para los ancianos, alentados por las experiencias positivas ya realizadas.
5. Hoy se acepta y se reconoce su participación activa en muchos sectores
de la sociedad. Han ofrecido, y pueden seguir ofreciendo, dones cada vez más
valiosos en tantas áreas diversas. En las culturas que son más sensibles a los
valores humanos, se les respeta y se les considera como un tesoro, incluso se
les aprecia como la verdadera base de la cultura o de la tribu.
Sin embargo, otras
culturas deberían preocuparse ante las falsas e inhumanas actitudes
utilitarias, que miden a la persona según lo que puede producir. Esta actitud
produce la pérdida del respeto y la estima, por lo cual numerosos ancianos
sufren a causa de un concepto empobrecido y estrecho de su calidad de vida, que
no está en armonía con la dignidad de la persona humana, a pesar de que los
grandes progresos hacen que los ancianos vivan más serenamente y superen el
debilitamiento de sus facultades.
Como centro de esa
actitud, por la que se les trata como un peso o un obstáculo, los ancianos han
de afrontar un gran riesgo. Esa mentalidad negativa con respecto a ellos es
campo de cultivo en que crece la tentación eugenésica
de la eutanasia, y la eutanasia
es el resultado del desprecio de la integridad del don de la vida humana.
Recomendamos
que se lleven a cabo estudios serios sobre este tema y sus importantes
principios éticos: qué significa la vida humana y cómo Dios es el único Señor
de la vida. Sobre todo aquellos a quienes se ha encomendado la atención de los
ancianos deben dar testimonio del valor innato de su existencia y proteger
todos sus derechos, incluso su derecho a la paz, a la serenidad y a la
felicidad.
6. Relaciones entre la familia y los
ancianos es un aspecto que reviste especial interés para nosotros.
Parece ser que,
actualmente, en numerosas situaciones diversas, especialmente en las grandes
ciudades, las modernas sociedades ricas ya no dan cabida a los ancianos en la
familia, cuya fuente son precisamente ellos. Muy a menudo el estilo de vida
actual es muy diferente del mundo que ellos recuerdan.
Cuando, por diversas razones, no es posible que los ancianos vivan con
sus familias, porque con frecuencia quieren ser independientes y eligen vivir
en una casa o institución, recomendamos que sus familias los visiten
regularmente, como signo de amor y cariño.
Los
gobiernos deberían poner especial atención en la creación de instituciones
adecuadas, que apoyen las iniciativas privadas, para que los ancianos puedan
disfrutar de paz, tranquilidad y seguridad. Es preciso promulgar una
legislación (un cuerpo de leyes) que les ofrezca la seguridad que merecen,
teniendo en cuenta sus propias experiencias y sugerencias.
7. En la familia los ancianos son, y deben ser, el punto de comunicación y
diálogo entre las generaciones. La familia
multigeneracional es una escuela de vida familiar y merece el apoyo de toda
la comunidad y de los medios de comunicación social.
Recomendamos que la educación de los niños incluya una visión positiva
de nuestros ancianos y del papel enriquecedor que desempeñan en la familia y en
la sociedad.
8. Aunque es verdad que los ancianos tienen la oportunidad de rezar,
meditar y crecer en su fe interior, a menudo no se les impulsa a desarrollar su
potencial espiritual y no se comprenden bien sus necesidades espirituales y sus
problemas. Corren el peligro de convertir la diversión en un sucedáneo, en vez
de afrontar esas necesidades.
Recomendamos que la espiritualidad de los ancianos reciba mayor
atención y que se elaboren proyectos creativos para ayudarles a crecer en la
gracia y en la paz interior.
9. Invitamos a las diversas
comunidades eclesiales a impulsar la pastoral de la tercera edad, organizada
sistemáticamente, que debería integrarse y unirse funcionalmente a las
organizaciones encargadas de la pastoral de la familia. Habría que establecer
relaciones laborales con otras áreas pastorales, como, por ejemplo: bienestar
social, asistencia sanitaria a los trabajadores, etc.
Orientar, expandiendo Conciencias❀`*•.¸✤ •❀