sábado, 9 de julio de 2011

Envejecer..¸(`*•.¸ ¸.•*´)¸.•*.♥´(¯`•.•´¯)°º¤ø„º°".

En los estudios del envejecimiento biológico, dentro de la amplia escala animal y vegetal, se hacen referencias a procesos involutivos, reactivos y degenerativos que acontecen en los seres vivos por el paso del tiempo y que hacen extinguir la vida individual irremisiblemente....

Dichos estudios comparativos e interpretativos que abarcan los aspectos inter y multidisciplinarios de la propia biología en su aspecto más amplio y de la gerontología biológica o experimental, encuentran siempre una referencia a las leyes biológico-naturales por las que se rige la vida en nuestro planeta. Pero apenas hay estudios concretos y sistematizados en los que se contemple y se interprete el envejecimiento biológico dentro de las leyes del cosmos. Ello se debe en gran parte a que dichos estudios suelen ser inviables por ser demasiados complicados y porque muchas de las variables a estudiar son desconocidas y otras se escapan de una observación y valoración directas.
Sabemos por los estudios de los astrofísicos que las estrellas nacen y mueren y que el universo es un ente cambiante de materia y energía situado en la dimensión espacio-tiempo que está transformándose continuamente. La vida en nuestro planeta sería, pues, como una manifestación particularizada y frágil de esa energía cósmica.
Se conocen dos principios básicos en las leyes del universo: el primero consiste en que la materia no puede ser creada ni destruida sólo transformada, o sea, que el contenido de la energía del cosmos se mantiene constante, y el segundo es que el universo tiende al desorden o a la entropía y que dicho desorden y tendencia a la homogeneidad aumenta con el tiempo.
El cuerpo humano tiende también a la entropía como cualquier ser o cosa existente en el universo. De ahí, que entendamos que los seres biológicos como individuos cósmicos que son, tienden a morirse, es decir, acaban en un desorden total. Lo que permite a un ser vivo mantenerse con vida son la homeostasis (regulación del equilibrio interno) y el mantenimiento de las constantes vitales. La tendencia a la entropía o la desintegración biológica sería, pues, la causa subyacente cósmica, primaria o lejana, que desencadenaría las manifestaciones del envejecimiento biológico detectadas por las ciencias humanas: errores genéticos, destrucción de mitocondrias por radicales libres, inmunopatías de la vejez, pérdida de la elasticidad del tejido conjuntivo, etc.
Factores cósmicos y medioambientales
En el estudio global del envejecimiento existen unos factores nocivos que pueden influir sobre el curso del envejecimiento biológico en el planeta tierra y que pueden provenir o bien del espacio exterior (rayos cósmicos, rayos ultravioleta, rayos infrarrojos, etc.) o bien de la misma tierra, como son la contaminación atmosférica, contaminación acústica, deforestación, efecto invernadero, lluvia ácida, deterioro de la capa de ozono, estrés oxidativo ambiental, influencia de ondas electromagnéticas perjudiciales e ionización desfavorable del aire.
Muchos de estos factores perjudiciales están originados por el progreso, la industrialización y desnaturalización del medio natural y todo ello está dando lugar a la crisis ecológica actual que está resultando inquietante y amenazadora. Pero hay que tener en cuenta que los rayos solares y cósmicos no son malos en sí, sino que depende de la cuantía que de ellos llegue a la tierra y del estado de salud y protección del cuerpo del que los recibe. También dependen de la integridad protectora de la atmósfera y del medio ambiente, del magnetismo solar y terrestre, entre tantas otras cosas que sería imposible detallar.
Las partículas de rayos cósmicos al estrellarse contra la atmósfera terrestre rompen los átomos que encuentran a su paso y producen una lluvia de radiación secundaria que entre otras partículas incluye fotones, electrones, mesones, muones, y positrones. Las radiaciones se estrellan finalmente contra la tierra, penetrando varios metros en el suelo antes de ser absorbidas. Tales partículas pueden originar cambios en los átomos que encuentran sin excluir los del cuerpo y genoma humano, y es posible que dichos cambios produzcan enfermedades como la leucemia o induzcan mutaciones somáticas y germinales. Algunos autores, como Failla (1958), consideran muy importantes las radiaciones cósmicas como productoras de mutaciones somáticas en el envejecimiento. No obstante, hay autores que opinan que en el plano de la evolución biológica los choques originados por los rayos cósmicos sobre las moléculas de los genes podrían producir mutaciones provechosas que han podido ser y siguen siendo el motor de la evolución darwiniana.
Otro problema existe cuando falla la capa de ozono, que sirve de escudo protector en la estratosfera frente a los rayos ultravioleta A, B y C. Los rayos ultravioleta C son prácticamente filtrados por la atmósfera y no pasan a la tierra. Si se destruye total o parcialmente la capa de ozono por la emisión a la atmósfera, sobre todo de clorofluorocarbonos procedentes del empleo de sprays, inhaladores, aparatos de refrigeración, aire acondicionado, motores de aviones a reacción, etc., pasarían los rayos ultravioleta a la superficie de la tierra sin ningún impedimento o excesivamente, sobre todo los rayos UVA y UVB originando en las personas hipersensibles, enfermas, imprudentes o que abusan del sol, quemaduras solares, induciendo el cáncer cutáneo, el envejecimiento prematuro de la piel y facilitando la aparición de cataratas y la degeneración macular asociada a la edad.
Los rayos infrarrojos por su parte, pueden ser también perjudiciales, pues contribuyen en la producción de quemaduras solares, insolaciones, golpes de calor en verano, etc. No obstante, muchas de estas radiaciones naturales también pueden ser muy beneficiosas para la integridad y conservación de la vida en el planeta tierra. Así, por ejemplo, las radiaciones ultravioleta favorecen la vida biológica limpiando las aguas de los ríos, y los suelos de microbios, protegiendo la piel con una capa de melanina contra los rayos solares, facilitando la formación de los huesos y de los dientes, previniendo la osteoporosis y el raquitismo, liberando la atmósfera del exceso de dióxido de carbono y enriqueciéndola con oxígeno a través de la fotosíntesis de las plantas.
También tengo que hacer constar a continuación que el efecto invernadero es muy perjudicial para la vida del planeta tierra y ello se explica porque si aumenta el dióxido de carbono y el vapor de agua en la atmósfera, retienen suficiente radiación infrarroja como para actuar como un notable conservador del calor, con un consiguiente aumento de la temperatura ambiental. El dióxido de carbono de la atmósfera actúa como un vidrio en un invernadero y podría calentar los casquetes polares. Si el contenido del dióxido de carbono aumenta el doble, el efecto invernadero sería mayor y llegaría incluso a producir la descongelación parcial de los casquetes polares con el peligro potencial de la subida del nivel del mar y la inundación de vastas zonas costeras de la tierra.
La emisión constante de gases a la atmósfera, como el dióxido de carbono que he mencionado y otros como monóxido de carbono, dióxido de azufre, metano, ácido sulfúrico, monóxido de nitrógeno, óxidos metálicos, etc., procedentes de la quema forestal, combustiones industriales, motores de vehículos, y de aviones a reacción o de la calefacción, vuelve a caer en la tierra en forma de lluvia ácida que es la que está destruyendo en gran parte la masa forestal y los bosques de la tierra, entre otras consecuencias. Como se puede observar en todo esto, existe una interrelación potencial entre los distintos factores perjudiciales que originan el efecto invernadero, el deterioro de la capa de ozono y la lluvia ácida.
Las radiaciones ionizantes procedentes de las explosiones atómicas o del escape de las centrales nucleares como ocurrió en Chernóbil (Ucrania), son siempre altamente perjudiciales, produciendo leucemias, esterilidad, cánceres cutáneos, anemia aplásica, disminución de las defensas inmunitarias, envejecimiento prematuro, etc. Parece que también son perjudiciales las ondas electromagnéticas procedentes de los tendidos eléctricos (de alta tensión), antenas parabólicas, teléfonos móviles, teléfonos inalámbricos y ciertos aparatos electrónicos domésticos, aunque sobre esto último hay una cierta controversia en el mundo científico.
Recomendaciones generales para mejorar la calidad de vida

En este artículo voy a hacer unas consideraciones sobre toda esta problemática y trataré de dar unas recomendaciones generales para mejorar la calidad de vida y del medio ambiente en nuestro planeta y para conseguir un aumento de longevidad de cara a futuras generaciones. Para entrar en la cuestión voy a plantear estas preguntas básicas: ¿qué hubiera ocurrido con el desarrollo de la vida biológica en nuestro planeta sin la existencia del homo sapiens?, ¿cómo hubiera evolucionado la escala de seres vivientes desde un punto de vista de la evolución y del envejecimiento biológico? ¿Las especies prevalecientes prolongarían la longevidad por sucesivas mutaciones favorables? Contestar estas preguntas con objetividad y realismo resulta muy aventurado ya que se asientan sobre argumentos y conocimientos especulativos, aunque el sentido común y las observaciones existentes nos dicen que la Naturaleza y la vida biológica no estarían tan dañadas.
Por otra parte, ¿qué ocurrirá con los determinantes y condicionantes de la salud y del envejecimiento biológico si el homo sapiens persiste con el «artificialismo antinatural» y deterioro progresivo del ambiente natural, haciendo caso omiso de la crisis ecológica actual? Desde luego, el futuro no se ve nada halagüeño. Como contestación a estas inquietantes cuestiones se puede llegar a estas conclusiones y recomendaciones prácticas:
La clase política, las autoridades sanitarias, los educadores, los médicos, los investigadores, higienistas, los técnicos o expertos medioambientales, los difusores de la medicina natural, deben prestar ya la máxima atención a estas cuestiones referidas a la crisis ecológica actual con manifestación del cambio climático, que tendrían una repercusión sobre la salud, bienestar y longevidad de las futuras generaciones. Aunque estos objetivos son en principio demasiado amplios y ambiciosos, deben de tenerse de referencia salvando las principales dificultades y escollos que se presenten y se deberán tomar medidas que se basen en lo siguiente:
1- Prevención de la limitación prematura del potencial de longevidad por desórdenes genéticos y mórbidos que predisponen de hecho a acortar la vida.
Esto lo debe tener en cuenta el individuo como tal en cuanto a su higiene y estilos de vida saludables, dejarse influenciar favorablemente por los estímulos naturales, responsabilidad con su propia salud y en el aspecto de su descendencia. También dependerá de los avances médicos, técnicos, y científicos (medicina preventiva, gerontología preventiva, genética, biotecnología, ingeniería genética, etcétera) que nos deparará el presente siglo.
2- Deben evitarse o suprimirse los factores ambientales desfavorables o nocivos para la salud (ambiente contaminado, exceso de ruido, polución electromagnética, ecosistemas perturbados, etc.), comprometidos con la actual civilización posmoderna que tan poco ayudan a que un individuo alcance su expectativa de vida máxima, que le corresponde por legado biológico no perturbado.
A este respecto, René Dubos señala que la vida del hombre está irrevocablemente ligada a la influencia del medio ambiente físico y natural. Si seguimos contaminando y mutilando excesivamente la Naturaleza, perderemos progresivamente nuestra humanidad. La destrucción que producen los animales está equilibrada por una compensación.
Según la hipótesis Gaia de James Lovelock, nuestro planeta se puede comparar a un ser vivo de una tremenda complejidad y con unas considerables capacidades de autorregulación. En este sentido, la piel con su capa de melanina y el iris del ojo nos protegen de los rayos solares (rayos ultravioleta). De forma parecida, la capa de ozono de la estratosfera nos protege también del exceso de los rayos ultravioleta.
La Naturaleza, pues, tiene sus propios hábitos de protección y compensación; tiene memoria, de tal manera que los acontecimientos naturales del presente están conectados con el pasado. A este respecto, algunos ecologistas opinan que la relación del hombre con el planeta tierra debería ser una relación simbiótica (en la que salgan los dos beneficiados) y no que el hombre se comporte como un parásito o explotador sobre todo de la litosfera e hidrosfera, del mismo.
Todo ello nos obliga a concienciarnos, cuidar y mantener sano y limpio este planeta, en el que habitamos, que es nuestro hogar cósmico y sostén de la vida biológica, practicando una política ecológica y medioambiental sana, evitando los problemas de polución y contaminación del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, descubriendo y desarrollando fuentes energéticas renovables no contaminantes (solar, eólica, geotérmica, mareomotriz, hidroeléctrica, etcétera), reciclando los desechos ambientales y utilizando materiales biodegradables. Finalmente habría que protegerlo hasta donde se pueda de las influencias nefastas del espacio exterior (cuidando el escudo protector de la capa de ozono, masa forestal, la pureza del aire, etcétera).
Aun admitiendo que algunas de estas consideraciones se apoyan en argumentaciones científicas poco consistentes, desearía que este artículo sirviera de llamada de atención sobre el hecho de que el envejecimiento biológico de los seres vivos depende las leyes o principios que rigen el cosmos y de las leyes naturales que son las que gobiernan la vida en nuestro planeta. Y de las cuales también dependen nuestro equilibrio biológico y nuestra propia salud. El pertenecer al cosmos nos hace ser grandes por formar parte de él pero también nos hace ser pequeños e insignificantes ya que nos desprovee de toda soberbia y magnificencia.
Dr. Víctor López García

Médico gerontólogo
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